Camina la Virgen pura
con San Juan que le acompaña,
en una calle sangrienta
que Jesucristo derrama.
Al cruzar por una calle
estaba una mujer sentada;
arrimó la Virgen y le dijo:
¿Cuya reina sos, bien criada?
¿No ha pasado por aquí
el hijo de mis entrañas?
Por aquí pasó, señora,
antes que el gallo cantara.
Una cruz lleva en los hombros
de madera muy pesada,
como el madero era verde,
cada paso arrodillaba.
Con una soga la garganta,
a trescientos nudos daba,
con una corona de es finas
que el cerebro traspasaba,
con una túnica mora
que el color le emparejaba;
y si no lo quieres creer,
mira aquí el rostro estampado.
Al mirar esto la Virgen
cayó en tierra desmayada.
San Juan, como buen sobrino,
le dijo a su tía amada:
Levántate señora mía,
vámonos para el Calvario,
que al presto de que lleguemos
lo has de hallar crucificado.
A Jesús Nazareno,
le ofrezco este Alabado,
para que se lo ofrezca
a las almas de su agrado
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