Tu que del triste mortal,
eres salud y esperanza,
de tu Hijo, Virgen alcanza
la curación de mi mal,
y si este bien corporal
no conviene al alma mía,
dame paciencia, ¡oh María!,
hasta que llegue el momento
en que de males exento
goce la Eterna Alegría.
eres salud y esperanza,
de tu Hijo, Virgen alcanza
la curación de mi mal,
y si este bien corporal
no conviene al alma mía,
dame paciencia, ¡oh María!,
hasta que llegue el momento
en que de males exento
goce la Eterna Alegría.
Acordaos, Oh Virgen de la Salud,
del poder sin límites
que vuestro Divino Hijo os ha concedido
sobre su Corazón adorable,
y del tesoro inagotable de consuelo
que depositó en vuestro maternal corazón,
para todas las necesidades y tribulaciones
de todos los mortales.
Por ese vuestro poder
y por esa vuestra bondad maternal,
nunca ha sido rechazado
quien ha acudido a Vos.
Animado yo de gran confianza,
a Vos, Oh Madre, acudo para conseguir,
por vuestra poderosa mediación,
el don de la salud,
si conviene para mi alma.
Deseo emplear mi vida,
mi salud y mis fuerzas
en cumplir la divina voluntad.
(Rezar un Padrenuestro, y tres Avemarías,
añadiendo la invocación:
OH María Salud de los enfermos,
rogad por nosotros.)
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